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Once (una vez). De amor y música.

Para G, siempre

Cuando G me llama suena "Falling slowly" en mi móvil, la canción principal de la banda sonora de la película en la que estamos más de acuerdo.

Asocio la melodía a G porque la hemos tocado y cantado juntas muchas veces hasta convertirla en un himno personal. Vimos y escuchamos "Once" con el corazón.

"Once" es de las pocas películas donde coincidimos, en fondo y en forma. En música e historia. Quizá porque cubre esa parte de sueño de música titiritera que nos hemos prometido concedernos en otra vida.


En otra vida habrá una isla y habrá música bajo el sol.

Habrá niños en la playa,

también.


Si no has visto "Once", concédete el regalo.

"Once (una vez)" John Carney, 2006 Glen Hansard es un músico callejero que interpreta temas conocidos en las calles de Dublín. Por las noches canta al desamor y toca sus propias canciones, narra su propia historia. De forma casual se encuentra con Marketa Irglova, una inmigrante checa que vende flores en la calle. Ella también hace música pero nunca interpreta en público sus canciones. Entre Glen y Marketa se establece un vínculo especial, a los dos les unen la música y sus heridas de amor.

En una tienda de música sucede la magia y deciden unirse para compartir su pasión.

En medio, la vida.


Yo no he venido a este blog a hablar de las mejores películas del cine, desde luego "Once" no lo es. Es una película simple, dulce y real que tiene canciones bonitas y habla de sentimientos universales como el amor, el desamor, la amistad y los sueños.


Dime si no hay días que no quieres que te lo cuenten.


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