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Sangre en el ojo

  • queridajuliet
  • 12 feb 2017
  • 3 Min. de lectura

"La palabra amanecer no evocó nada. Nada que semejara un amanecer”

“Lo veo todo sin verlo, viéndolo desde el recuerdo de haberlo visto”

Lina Meruane


Semanas antes de morir dejó de ver. Un ensayo de ceguera que no le dio tiempo a administrar, sin posibilidad de recuperarse del impacto y poner en funcionamiento su humor de emergencia.


Ella miraba por la ventana de mi cocina mientras yo pelaba un aguacate. Dijo "no ve".

No ve, en el mismo tono que podría haber dicho:


"está lloviendo"

"hija, deja que te ayude a quitar las hojas muertas del jardín"


Utilizó con cuidado el tono de las cosas que no asustan.


"cómo que no ve"

"se ha quedado ciego"


Dejé el cuchillo en la encimera. El aguacate. La puta vida.


Ahora habría que ir a ver al nuevo ciego con una voz distinta. Ensayarla. Sin tardar.


Solo hacen falta dos minutos para aprender de él, saber que ha sido mucho más rápido que tú adaptándose a la situación y desarrollado en horas un oído fino que reconoce tu voz entre todas las voces que van a visitar al enfermo, este enfermo que ha girado inesperadamente.

Tira de oído y tacto suave. Mientras coge mi mano cruzo una mirada con C. que dura fracción de segundos. La misma mirada de vértigo y temor que sostuvimos pocos días después de nacer nuestra hija. La misma mirada de responsabilidad ante la vida la cruzamos fugazmente catorce años después ante la muerte de un hombre que hemos querido tanto.


Fotografía de Paul Apal´kin

La ceguera. El temor de una miope con muchas dioptrías decidida a llevar lentillas como segunda piel y gafas llenas de huellas. No fuera a ser que la luz cegadora, que falla solo un 0,8 %, se cebara con sus ojos. Justo con los suyos y con su buena/mala suerte.



En la librería tropecé con un libro del que no había oído hablar y que llevaba en la cubierta una fotografía que tengo recogida (e impresa) hace tiempo y que veo regularmente en la red, a veces acompañando algún poema, en alguna revista. Inesperada y misteriosa.

La fotografía es del ucraniano Paul Apal´kin y el libro de una escritora chilena de la que no tenía ninguna referencia. Cogí el libro, pagué y me fui.




Lina Meruane comienza explicando que acaba de perder la vista y tiene un pronóstico incierto. El libro se desarrolla desde el momento del estallido hasta el punto (final). Así se llaman el primer y último capítulo respectivamente,


el estallido


punto


En medio Lina se resiste al futuro al que todos le piden haga frente "¿Y qué vas a hacer?, pregunta mi hermano sin atreverse a terminar la frase. ¿Si las cosas no salen bien?, pregunto yo sin atreverme a ser exacta. Nadie se ha animado a formular esa hipótesis. He suspendido el futuro mientras exprimo, sedienta, el presente".


El relato es un regreso a la infancia de la autora, sus relaciones familiares como niña enferma y dependiente de la insulina, de sus padres y hermanos. Cómo, de alguna forma, fueron ahogándose unos a otros. La enfermedad agota.


Una de las partes esenciales de la narración es su relación de pareja, la manera que tiene el otro de afrontrar un desenlace que puede ser fatal (o no). Relata con muy buen pulso la angustia, las horas que no pasan y los cigarrillos que se consumen en la espera. Durante toda la historia sobrevuela una pregunta inquietante, cómo de incondicional ha de ser el amor. "Y se despidió sin mirarte, dejándote parado en el aire, suspendido en la oportunidad de una fuga repentina pero tal vez premeditada, la fuga culpable que te trajera dócil, algún día, de regreso. No tenías a dónde ir, yo me había convertido en tu único lugar".


Lina Meruane tendrá que adaptarse a una nueva forma de comunicación, ella escritora y lectora compulsiva. Se suceden imágenes "escuchando" libros y rebelándose ante el proceso de escribir. Ella no puede escribir con la cabeza, necesita sus ojos. Mientras llegan (o no) decide establecerse en una intermitencia, en una imposibilidad temporal.


La prosa es trepidante, afilada y exquisita. Una secuencia de los acontecimientos que va de menos a más, en un final turbulento y delirante.


"Pongo play en los suicidios paradójicos. La letra de esa canción explica: Lo que te hace vivir es lo que en exceso podría matarte. El coro repite: Exceso de sol, de azúcar, de agua, de oxígeno. Exceso de amor materno. Exceso de verdad. ¿De qué hablas?"



Fotografía de Paul Apal´kin




P.D. Escribiré pronto sobre las cosas bonitas de la vida, también me rodean y las veo. Esta mañana he madrugado mucho y mientras bajaba la escalera a oscuras un pájaro piaba en la puerta. La primavera está viniendo. Lo peor ha pasado. Confío. Creo.


Nota: Las líneas que encabezan el post son de "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago.






 
 
 

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