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- queridajuliet
- 30 may 2017
- 3 Min. de lectura

ROMA
Mientras rodeábamos Apolo y Dafne oímos sollozar a una niña. Nos giramos y vimos que era la nuestra. Entre hipos nos preguntó de quién.
-De Bernini
Ese día fue el primero de mi vida que creí en algo. Algo como tener fe.
El resto del tiempo lo pasó comiendo helados. Fue la niña que más helados comió en Roma esos días.
Desde entonces siempre recuerda que el arte le nació mirando una escultura de Bernini.
Yo siempre recordaré que sentí estupor y algo de miedo.
BERLÍN
Fue el viaje antes de la caída. Quiero volver a Berlín pronto y cerrar un círculo que empezó mal.
COPENHAGUE
Mi primera visita al psiquiatra no funcionó y al salir tiré todas las pastillas. Lo único que iba a devolverme el sueño era otra cama, en otro lugar. Una cama que no tuviera el recuerdo de mi cuerpo dolorido y donde no quedaran rastros de sangre.
Los médicos dijeron que sí y propusieron que buscara un lugar frío, para que la herida no sufriera.
-Iré a Dinamarca
Cuando llegamos explotó una ola de calor. Copenhague era una manta de daneses cubriendo los parques, humedeciéndose en las fuentes. Pensé en mi cirujana y en la herida que todas las noches sangraba.
También mi corazón.
-¿Te ayudo?
-No, prefiero hacerlo sola. Prefiero hacer solo mía la cuenta de los puntos que marcarán el resto de mi vida. Yo ya sé que siempre puedo llamarte si me mareo.
Y cerré la puerta del baño. Y cerré, para siempre, la posibilidad de ser una mujer fuerte.
Tenía que haber llorado.
En Dinamarca leí Bella del señor.
Bella la ironía.
Conseguí dormir.

CAP FERRET
De aquí alimentarse de queso, llegar al océano en bicicleta, buscar la casa de Marion Cotillard.
QUERER ser Marion Cotillard.
Las fuertes corrientes. Ver llover en el jardín y el olor a hierba fresca.
Después del queso, ostras (o antes, pero siempre comer queso)
y tomar vino blanco en la playa.
SER Marion Cotillard en "Pequeñas mentiras sin importancia". Saber que todas la tienen.
Importancia.
Subir al faro.
LONDRES
Llegaste a Londres con el menisco roto y anunciaron huelga en el metro. Así funciona nuestra buena-mala suerte.
La población de la ciudad estaba duplicada en la superficie. El hotel tampoco tenía ascensor y nos dieron una habitación en el último piso.
Hiciste una cosa muy graciosa en la orilla contraria al Big Ben y aún nos reímos los tres al recordarla. Siempre le das la vuelta al dolor.
Hicimos las mismas cosas que quince años atrás, pero esta vez estaba ella.
Por ejemplo, comimos sushi sentados en la hierba de Hyde Park.
VENECIA
No nos gustaron los restaurantes de Venecia (los que nos gustaban eran demasiado caros) y cocinaste en aquel apartamento semisótano que alquilamos en una web.
Mientras comíamos macarrones a la carbonara nos sentamos frente a la ventana que nos había tocado en suerte, como si fuera la tele. Jugamos a adivinar a qué nacionalidad correspondían todos aquellos pies. Era lo único que alcanzábamos a ver desde nuestra ventana veneciana.
Mientras visitabais La Academia, yo (que prefiero los libros a los cuadros) me senté a leer en una terraza del Gran Canal.
Tomé un Spritz.
Sentí los ojos húmedos.
No sé si fue el final que ideó Lahiri para su novela o la gran belleza. El caso es que me emocioné mucho.
Nada me ha parecido nunca tan bello como Venecia.
VARSOVIA
Llevamos libros muy voluminosos a Varsovia y el taxista se rió de nosotros, ¡book, book!
Nos confundimos de apartamento a las dos de la mañana y despertamos a un señor que debió maldecirnos. El polaco suena muy duro a esas horas.
Mi mejor foto es de un vaso con vodka, una madrugada mirando a través de una ventana en la ciudad vieja.
Es mentira que los lugares se parezcan unos a otros. Las ciudades respiran por sus heridas como pueden y eso las diferencia.
El día siguiente era Domingo de Ramos, la ventana miraba a una iglesia católica que se llenó de gente muy temprano. Los ramos eran de colores, la fe saltaba hasta mi ventana.
Me quedé allí mirándoles mucho rato.
De Varsovia te diré siempre,
"me sigues debiendo un palacio barroco"
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