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¿Cómo se hace un lector?



Ella aletea dentro mientras el padre lee cuentos y la madre canta nanas. Desde hace meses hacen ruido para que el bebé se mueva. Si hay quietud hay miedo.

Los riesgos del embarazo les han convertido en un par de hacedores de sonidos. Piensan en la magia.


Si ella se familiariza con los sonidos quizá quiera quedarse.


Si escucha cuentos bonitos.


Si cantar,


"Señora Santana,

¿por qué llora el niño?

Por una manzana,

que se le ha perdido"


repetida en bucle, puede hacer que siga respirando.


De tanto ruido la niña nació con los ojos abiertos. No los cerró en ningún momento del parto. La matrona sonreía ante la curiosidad que le producían dos ojos antena que no se cerraron hasta que cumplió tres años. La madre lloraba de puro alivio. Mantener vivo al bebé había consumido todas sus energías. El padre repetía, en un tono que sólo puedo reproducir en mi cabeza, "chiquitina, chiquitina...".


Prematura. Pequeña. Chiquitina. Insomne.


Desde el día 1 leyeron cuentos. Día 1, día, 2, día 3, día 4... Es la mejor ocupación que encontraron para llenar el tiempo de un bebé que dormía muy poco.

Los bebés insomnes no distinguen Nochevieja de una noche normal. La primera la pasaron apoyando la frente en el cristal que daba a la estación viendo pasar autobuses, lentejuelas, risas y besos con un libro amarillo en la mano. Fue su primera fiesta de pijamas.


Adivina cuánto te quiero, Dónde está mi ombliguito, Cuentos cortos para dormir... ¿lo ves, bebé? Si te leo un cuento, has de dormir luego.


De tantos cuentos y tantas historias inventadas, la niña se hizo lectora.


Esto es una suposición. En realidad no sé dónde está la clave para hacer que los hijos lean. Lo único que tengo es mi experiencia personal.


Antes la reflexión, ¿es necesario leer?


Sí rotundo. Estimula su concentración, la inteligencia, les ayuda a entender mejor el mundo en el que viven, se hacen más empáticos. Sólo por esto ya debía ser imprescindible.

Proporciona información y herramientas para su vida futura, estimula su creatividad, les acompaña, les calma.

Favorece la conversación y la reflexión con los padres. Establece grandes vínculos.



Leer no les hará más felices, pero sin duda, les proporcionará una fuente de placer como pocas y un lugar donde refugiarse.




Mi experiencia,



1. Primero se hace lector el oído. De ahí la importancia del papel de los padres. Hasta que los niños no aprenden a leer nosotros somos sus ojos y su voz.


2. Transmitir pasión y entusiasmo por lo que estamos leyéndoles. Esto es bueno, esto es mágico y bello y a mí me encanta compartirlo contigo. Ellos lo perciben.


3. Establecer un patrón de lectura. Un momento del día exclusivo para leer. Repetir, repetir, repetir... al final será tan imprescindible como beber agua para calmar la sed.


4. Limitar (que no prohibir) la exposición a la tecnología. El enemigo se ha hecho muy fuerte en los últimos años. Hagamos una reflexión sobre el tiempo que nuestros hijos están expuestos a televisiones, tabletas, ordenadores, teléfonos móviles... y reconduzcámoslo. Siempre estamos a tiempo. Un niño/adolescente no puede dedicar todo su tiempo de ocio a la tecnología. Y cuando empiezan a ser mayores no podemos permitir que gestionen su vida a través del teléfono móvil. Se exponen innecesariamente, se generan conflictos que aún no son capaces de resolver solos, se dañan. El silencio que proporciona la lectura es básico para su desarrollo emocional, para su equilibrio. El mensaje no es prohibir la tecnología, es llegar a acuerdos y respetarlos. Abrir un libro en algún momento del día. Volver a establecer patrones de conducta nuevos.


5. No imponer lecturas. Da igual que la lectura que han elegido nos parezca demasiado infantil o demasiado profunda para ellos. Respetar su ritmo y sus intereses. No juzgar.


6. Proporcionarles libros. Han de tener siempre libros a la vista. Visitar librerías, bibliotecas, intercambiar libros con amigos. Libros, libros, libros.


7. Compartir charlas acerca de los libros. Además de estimular la comunicación oral estás creando un espacio de confianza donde van a salir a relucir muchos temores, miedos, sueños y dudas. Nuestros hijos son personas distintas de nosotros, cada día hay que hacer un esfuerzo por (re) conocerles.


No encuentro una manera mejor de querer a mi hija que a través de los libros.


La nana,




Notas:


El fotograma de portada pertenece a la película "La Chinoise" de Jean-Luc Godard, 1967.

Los carteles son obra de la Editorial Impedimenta para homenajear a los jóvenes lectores que todos llevamos dentro.

La nana es una versión del grupo folk asturiano, Tejedor.




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