La muerte del poeta
- queridajuliet
- 27 nov 2016
- 1 Min. de lectura
Esta semana quise decirte que
cuando una mujer, aún joven,
entra en la sala de oncología
todos miran con codicia su pelo.
¿Lo sabías?
saca el libro del bolso
y lee.
Días después tendrá que releer
porque nunca recuerda
esas páginas.
No recuerda qué lee en una sala iluminada
por las pieles brillantes de Tamoxifeno
ni cómo ha logrado respirar.
La atmósfera es densa,
las partículas de angustia podrían contarse
una a una,
si hubiera oscuridad y un solo
haz de luz saliera despedido de una persiana.
En esa sala no se lee
ni se respira.
La mujer no quiere volver.
Sueña que es inmune,
que se encienden las luces
y vuelven a funcionar los teléfonos.
Se pregunta si todos los que están allí
sentirán lo mismo.
Querría adelantarse con los pies descalzos
hasta la baldosa central y preguntar
si también ellos llenaron la casa de libros y gente,
si desde entonces buscan gusanos culpables en la comida,
si el corazón les duele cuando presionan sus cicatrices.
Porque a ella sí.
Claro que la de ella está muy cerca
de él.
Esta semana quise decirte que murió Marcos Ana,
el poeta resistente que escribió,
"mi pecado, es terrible, quise llenar de estrellas el corazón de un hombre",
que vi "Manchester by the sea",
la película del duelo,
y que quise salir del cine cuando Casey Affleck
pronunció "no puedo".

Fotografía de Oleg Oprisco
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