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Dejarse flequillo

El primero de enero (del dos mil)

aunque siga muriéndome por ti,

me iré con la primera que me quiera.

joaquín sabina


No ha terminado enero pero, en realidad, ya se fue el mes que aprendí a caminar con los pies fríos y las manos más vacías. A Portugal le tocó acoger una promesa triste "pase lo que pase, sigue" y su cielo, la noche del treinta y uno de diciembre, se llenó de luz iluminándole a él y a nosotros, que no lloramos porque estaban los niños. Mi hermana desde otro huso horario me contó que ella no pudo contener el llanto, que se sentía demasiado lejos de una noche que siempre había sido tan nuestra.


A las 00:00 h deslicé "no pasa nada" dentro de una copa y tocamos el ukelele bajito en una casa de azulejos, en pijama.


En enero revisé la despensa y comprobé que casi todo terminaba en "lógico". Después de casi dos años había conseguido establecer una relación limpia y lógica con la comida. También me concentré, en eso.


Me corté el flequillo cuando vi que publicaban un libro con las memorias de Francoise Hardy. Siempre he querido ser francesa y cantar como ella canciones lacónicas que hablan de amores muertos. El flequillo me recordó a una foto antigua donde me brillaban los ojos. Quizá, de nuevo, era el momento.




Leí cinco libros.


"La puerta" de Magda Szabó. La relación fascinante que se teje entre la propia Szabó y la que fue su sirvienta durante más de treinta años. Una mujer que escondió durante años un secreto tras una puerta.


"Las hermanas Mitford" de Annick Le Floc`hmoan. Me uní a la mitfordmanía y las conocí en un relato ágil, con cantidad de datos e imágenes. Siento fascinación por las mujeres que han desafiado las leyes naturales en tiempos difíciles y, desde luego, ellas lo hicieron.


"La mancha humana" de Philip Roth. Oh, Philip! qué complejo eres. La novela americana no está hecha para mí aunque reconozco que es una lectura con mil aristas interesantes, sobre las razas, el color de la sangre y la doble moral.


"La mano izquierda de Peter Pan" de Silvia Herreros de Tejada. En ella la autora traza un análisis sobre el personaje del creador de Peter Pan y la mujer que vivió a su sombra intentando abrise camino en un mundo de hombres.



En medio de alguna de estas lecturas encontré por casualidad un hilo rojo que casi estaba roto, hice un nudo y volvió a funcionar.



El ojo que nunca descansa leyó en la prensa que una mujer, que son muchas mujeres, había muerto por un cáncer de mama. Ese día la pared es mucho más lisa y cuando crees que estás llegando arriba vuelves a descender. Te descuelgas. Empiezas.


También busqué un armario que tuviera un cajón vacío para guardar allí, con cuidado, las cosas que no por haber dejado de entender me hicieron menos daño. También escribí, como en una especie de conjuro, las mil cincuenta cosas que yo hice mal. Creo que nunca podré olvidar que eso está ahí escrito pero también prometo que voy a intentarlo y descansar, al fin.


Enero es un mes de propósitos. Octavio Paz dice que: Las puertas del año se abren,/ como las del lenguaje,/ hacia lo desconocido./ Anoche me dijiste:/ mañana/ habrá que trazar unos signos,/ dibujar un paisaje,/ tejer una trama/ sobre la doble página/ del papel y del día./ Mañana habrá que inventar,/ de nuevo,/ la realidad de este mundo.


Mi quinto libro fue "Esplendor" de Mazzantini. Guido y Constantino se pasaron la vida huyendo del otro y de sí mismos. Huir, marchar (muy lejos) de lo que sabes no podrás desprenderte nunca si te quedas cinco minutos más.






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